La Taller, hasta el 4 de mayo
No es habitual que las propuestas que surgen del mundo del arte contemporáneo encuentren repercusión en un público más amplio. Muy a menudo son producidas y consumidas en el seno de un pequeño colectivo de entendidos y se mantienen decorosamente al margen de cualquier debate que exhiba verdadera vida. Este que nos ocupa, sin embargo, es un caso distinto. Al hilo de la inauguración de su exposición en La Taller, Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum presentaban un libro titulado 400m y vinculado al mismo proyecto. En el turno de preguntas se sucedieron una serie de incendiarias intervenciones que traían al mundo del arte una polémica enconada y llegaban incluso a negar legitimidad a los artistas para trabajar sobre el asunto que la había provocado. El arte contemporáneo tocaba aquí un nervio sensible y se tornaba relevante para una discusión previa y bien viva en nuestro entorno más inmediato. Me refiero al debate en torno a los óstraca de Iruña-Veleia.
Como se recordará, en 2006 se hallaron en el yacimiento alavés de Iruña-Veleia una serie de fragmentos de cerámica con inscripciones, fechados entre los siglos III y V. Su análisis pronto arrojó resultados asombrosos: frases en euskera que antecedían las Glosas Emilianenses en 500 años, representaciones del Crucificado dos siglos anteriores a las más antiguas conocidas o la presencia de jeroglíficos egipcios en suelo alavés. Una comisión de académicos dictaminó la falsedad de los hallazgos en 2008 y el caso se encuentra desde entonces en manos de la justicia, pero la polémica no ha cesado y los óstraca siguen contando con acérrimos defensores. La cuestión de su autenticidad o falsedad es, a un tiempo, la única pertinente para los académicos y activistas que han participado en el debate, pero también la menos relevante para el proyecto artístico de Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum.
Lo que ambos presentan en La Taller es una instalación compuesta por 907 dibujos y trazos copiados de los óstraca, a los que se suma un video que recoge los comentarios de diversos expertos implicados en el debate. El libro, por su parte, surge de una acción de 2016, cuando Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum solicitaron en préstamo las inscripciones de Iruña-Veleia al Museo Arqueológico de Álava para su exhibición en Artium, el Museo de Arte Contemporáneo de Álava. Las autoridades denegaron la solicitud por considerar que las piezas forman parte de una investigación judicial en curso. Lejos de frustrar el proyecto, este resultado hizo patente su verdadera relevancia. Al forzar una declaración oficial sobre la naturaleza actualmente indeterminada y ambigua de estos artefactos (que paraliza cualquier manejo de los mismos), los artistas sacan a la luz las condiciones institucionales que constituyen el marco silencioso del debate. Antes que la cuestión sobre la “verdad” material de las piezas, les interesan las condiciones para determinar esa “verdad”, en línea con una larga indagación sobre las condiciones del valor del objeto artístico, que han venido desarrollando en diversos proyectos.
Uno y otro bando echarán en cara a Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum su negativa a tomar partido en la polémica: aparecerán como ciegos a los argumentos de la ciencia, para unos, o cautivos de una conspiración mediático-universitaria, para otros. Pero es precisamente su voluntad de tratar con los objetos en su estadio actual de indeterminación, trayéndolos a una institución que lo permitiría (como un museo de arte contemporáneo), la que eleva la discusión a un plano verdaderamente crítico y universal que atañe a las condiciones de posibilidad de cualquier discurso sobre el patrimonio material. Determinar si las frases en euskera de Iruña-Veleia son auténticas inscripciones del siglo III, por ejemplo, tiene enormes repercusiones para el saber histórico, qué duda cabe. Pero antes y por encima de esa cuestión está la pregunta misma por la autenticidad: lo que esta significa y cuáles son las condiciones para su determinación. Es aquí donde el proyecto de Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum dialoga hábilmente con la polémica preexistente, contribuyendo a enriquecerla desde medios puramente artísticos. Es difícil exigir mayor relevancia social a una propuesta de arte contemporáneo.